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Una de ellas es María Paz Villa, que llegó a Qatar hace dos meses, invitada por la Copa del Mundo, para trabajar en el área de workforce. Su oficina en Doha está encarga- da de supervisar toda la planificación de los equipos humanos involucrados en el mundial, como temas de check in, alimentación, asignación de personas y horarios. “No es lo mismo que trabajar en recursos humanos porque nosotros vemos el cuidado de la fuerza laboral”, precisa.
Antes de los Panamericanos, Villa traba- jaba en una empresa que organizaba matrimonios y actividades corporativas. Estaba tan aburrida de eso, dice, que en cuanto pudo postuló a una plaza para Lima 2019. “Le ten- go cariño a los Panamericanos. Aprendí un mundo nuevo y fue un punto de quiebre en mi vida. Me dije a mí misma que esto era lo que quería hacer para toda la vida”. Pronto le tocó aplicar lo aprendido tanto en la EXPO2020, de Dubái, como en la campaña de vacunación contra el COVID-19 acá en Perú.
En árabe y en inglés los turistas encuentran la señalización en Doha para conocer las maravillas de la ciudad más poblada de Qatar.
Otra ex Lima 2019 que llegó a Qatar, incluso antes que María Paz, es Mariana Quintanilla, quien en aquellos juegos fue la subdirectora de Relaciones Internacionales y de Protocolo. También fue la única de ese comité organizador que llegó a competir en esos mismos Panamericanos, en la especialidad de tiro. “Fue en diciembre del 2019 que me invitaron para encargarme de los servicios lingüísticos del mundial de fútbol”, cuenta Quintanilla, ya instalada en Qatar desde el 2020, luego de quedar atrapada seis meses en Miami, debido a la declaratoria de la pandemia.
Ubicada en su destino, esta licenciada en Relaciones Internacionales, con máster en Gestión Deportiva, se ocupa en Doha de la Gerencia de Servicios de Idioma, una tarea esencial ante la llegada de delegaciones de tantos países. En su oficina se traducen documentos todos los días y también se hacen trabajos de interpretación oral en simultáneo para todos los eventos asociados a la Copa, como el sorteo de grupos, etc.
El Doha Port Stadium, uno de los estadios proyectados para el Mundial (Foto: Wikimedia)
Un caso más es el del peruano Bruno Plasencia, quien llegó hasta allá para la parte final de un programa de gestión de grandes eventos, a cargo del Josoor Institute, de Qatar, con profesores FIFA. Plasencia postuló al programa por la vía no presencial. “La pandemia abrió una ventana extraña en mi vida en Lima, porque las clases iban desde la media noche hasta las 8 de la mañana, por la diferencia horaria”. Plasencia, que es abogado y tiene un máster en Gestión Publica, trabajó en los Panamericanos en el área de gestión, en la etapa preoperativa de infraestructura.
UNA CULTURA DISTINTA
¿Cómo se vive en Qatar por estos días? Es una experiencia retadora en muchos aspectos, desde el clima hasta las diferencias culturales. La seguridad es impecable, aunque la ciudad podría ser más amigable con el peatón, que echa de menos algunas veredas. Los pe- ruanos recalcan lo complicado que es dormir por las noches, a 37 °C. “A veces estamos a 48 grados en el día, pero no podemos tener una falda por arriba de la rodilla o un escote pronunciado, ni mostrar los hombros. Pero se respeta porque así es la cultura acá”, cuenta Villa.
Hace tanto calor, que desde el mediodía hasta entrada la tarde no es posible hacer trabajo alguno. Las calles a esas horas lucen vacías por lo mismo. A través de bocinas públicas, se le recuerda a los musulmanes, desde las 5 a.m., la hora de rezar. ¿Y el alcohol? Está controlado. Si eres extranjero, para comprarlo hay que pedir permiso al centro de labores y solo hay un sitio en todo Doha que lo vende. Al final, nada de eso en verdad importa, cuando se tiene el orgullo de ser parte de algo tan enorme y prestigioso. //
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